La universidad pública del siglo XXI

La universidad del siglo XXI
La universidad del siglo XXI

Para que una universidad sobreviva y prospere en la era actual, debe someterse a una transformación profunda y adoptar nuevos modelos y enfoques. Un estudio de Deloitte, en colaboración con el Centro para Universidades del Siglo XXI de Georgia Tech, presenta cinco modelos que las universidades públicas pueden considerar para su futuro. Aunque el informe principal de Deloitte es de 2018, las tendencias y modelos que describe siguen siendo relevantes para los desafíos actuales y futuros de la educación superior corroborando la necesidad de adaptación en el sector.

Los cinco modelos propuestos para la universidad del siglo XXI son:

  • La “Universidad del Compartir”: Este modelo busca la eficiencia y el aprovechamiento de la experiencia institucional al vincular los servicios administrativos y estudiantiles entre campus. Implica la automatización o tercerización de tareas repetitivas como la facturación de apoyos financieros o la contabilidad, lo que permite a los campus centrar sus recursos en actividades más estratégicas y académicas. La colaboración puede ir más allá de las operaciones tradicionales, abarcando servicios como la orientación profesional, el reclutamiento internacional, la publicidad académica, asuntos legales y seguridad de la información.
  • La “Universidad Emprendedora”: Se enfoca en la especialización de las instituciones individuales (por ejemplo, en educación de pregrado, ciencias de la salud, programas de posgrado o investigación) y en la coordinación centralizada de los programas de grado y los currículos para alinearlos con las necesidades económicas del estudiante y del país. Planificación, el monitoreo del progreso y la provisión de información para apoyar las decisiones de inversión son claves en este proceso. Requiere métricas específicas que definan el éxito y una estructura de rendición de cuentas clara.
  • La “Universidad Experiencial”: Integra profundamente las experiencias laborales en el currículo, permitiendo a los estudiantes alternar periodos en el aula con periodos en el mundo laboral relacionado con su área de estudio. Esto no solo entrena a los estudiantes de una manera diferente, sino que también da a los empleadores la oportunidad de evaluar el potencial de los estudiantes antes de contratarlos. La tecnología es fundamental para que los estudiantes puedan seguir clases y colaborar mientras están fuera del campus. Este modelo también puede personalizar las trayectorias educativas y ofrecer credenciales reconocidas por la industria, como insignias y certificados, en diversos “puntos de salida”.
  • La “Universidad de Suscripción”: Reimaginan la educación universitaria como una plataforma de aprendizaje continuo disponible a lo largo de toda la vida, no solo entre los 18 y los 22 años. Los estudiantes podrían empezar la educación superior antes, mediante programas de doble matrícula en secundaria (K-12), y entrar y salir del sistema a lo largo de sus vidas para actualizar sus conocimientos y habilidades. Una opción sería ofrecer tarifas de matrícula iniciales más bajas, subsidiadas por cuotas anuales de suscripción que los egresados pagarían de por vida a cambio de acceso a recursos en línea o campus regionales.
  • La “Universidad de la Asociación”: Extiende el ciclo presupuestal anual a varios años para facilitar la planificación y las inversiones estratégicas. Garantizaría un nivel de financiación estatal durante múltiples años a cambio de acuerdos sobre límites de matrícula, ahorros de costos, mayor colaboración y consolidación. Los negocios y otros empleadores serían socios clave, aportando perspectivas sobre el currículo, asistencia financiera y recursos, y una fuente continua de estudiantes.

Para que estos modelos avancen, se necesitan varios elementos clave:

  • Liderazgo efectivo por parte de gobernadores, legisladores, juntas directivas y líderes institucionales.
  • Un nuevo enfoque para la oficina del sistema público, pasando de la mera presentación de informes y el cumplimiento a la definición y medición del éxito, con estructuras de datos comunes y herramientas de apoyo.
  • Una cultura institucional que ponga al estudiante en el centro de la toma de decisiones sobre inversiones y prioridades.
  • Nuevos modelos financieros e incentivos que asignen ingresos y costos de manera diferente, y que fomenten el espíritu emprendedor de las facultades y escuelas individuales.
  • Comunicación clara y frecuente sobre la necesidad y el propósito del cambio para involucrar a todos los grupos de interés.

En el caso privado en Colombia, la Universidad Javeriana, por ejemplo, ya está buscando incursionar en la formación técnica y tecnológica con modelos más flexibles, permitiendo a los estudiantes construir trayectorias apilables, con cursos cortos que pueden llevar a la empleabilidad y la adquisición de competencias, incluso proyectando en algún momento posibilidades de homologación para posgrados.

Esto se alinea con la idea de que la pertinencia de la educación está en juego, y los jóvenes buscan formas de capacitación más rápidas y flexibles para el mundo laboral, incluso a través de plataformas en línea.

En resumen, la supervivencia de las universidades en el futuro dependerá de su capacidad para adaptarse a los cambios económicos y demográficos, adoptando modelos que prioricen la flexibilidad, la especialización, la experiencia práctica, el aprendizaje continuo y las alianzas estratégicas con el sector público y privado.

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